Un avance revolucionario en la comunicación asistida ha sido logrado por investigadores de la Universidad de California en Berkeley. Este equipo ha desarrollado un implante cerebral que, mediante inteligencia artificial (IA), traduce la actividad cerebral en palabras casi en tiempo real.
El dispositivo, una interfaz cerebro-computadora (BCI), utiliza 253 electrodos colocados sobre la superficie del cerebro para registrar señales neuronales relacionadas con el habla. Estas señales son decodificadas por algoritmos de IA, transformándolas en palabras audibles a través de un sistema de voz sintética.
Un caso pionero y sus implicaciones futuras
La primera paciente en probar esta tecnología fue Ann, una mujer que sufrió un derrame cerebral en 2005, lo que le impidió hablar. Durante las pruebas, Ann intentó pronunciar mentalmente palabras mostradas en una pantalla, y el sistema logró traducir sus pensamientos en una versión sintetizada de su voz.
Este avance promete transformar la vida de personas con discapacidades severas, como parálisis o esclerosis lateral amiotrófica (ELA), al devolverles la capacidad de comunicarse de manera más natural.
Aunque aún en desarrollo, los investigadores trabajan en reducir la latencia para lograr una comunicación más fluida.
Este logro marca un hito en la integración de la neurociencia y la inteligencia artificial, abriendo nuevas posibilidades para la comunicación asistida.
Tecnologías emergentes en la traducción de pensamientos
Además del implante cerebral desarrollado en la Universidad de California, existen otras tecnologías prometedoras que buscan traducir pensamientos en palabras o acciones.
Investigadores del Centro de Inteligencia Artificial Centrada en Humanos GrapheneX-UTS, en la Universidad Tecnológica de Sídney, han desarrollado un sistema no invasivo que utiliza electroencefalogramas (EEG) para decodificar pensamientos silenciosos y convertirlos en texto.
Este enfoque elimina la necesidad de implantes cerebrales, ofreciendo una alternativa más accesible, reseñó con salud.
Otra aplicación destacada es el uso de tecnologías similares para controlar dispositivos como brazos biónicos o robots. Estas interfaces cerebro-computadora permiten a los usuarios operar dispositivos mediante la mente, abriendo nuevas posibilidades para personas con discapacidades físicas.
