Con el reciente estreno del documental “Ciencia para la vida” en honor al gran científico y patriota venezolano: el doctor Humberto Fernández-Morán Villalobos (HFM), ha retumbado en los testimonios allí reflejados la palabra “santander”, usada como sinónimo de traicionero, en palabras de HFM se trata de una descripción abreviada de un individuo “hábil, estéril y siniestro, que sabe heredar pero no crear”, rememorando las acciones emprendidas por Francisco de Paula Santander en contra del padre de la patria Simón Bolívar, sin embargo en estas líneas mostraremos documentos históricos de como este personaje fue también el primero en la era republicana del que se tenga testimonio escrito, en elevar una carta protestando la inclusión de la mujer en actividades reservadas a hombres, definiendo este hecho como impropio y deshonroso.
Hay que remontarse a las primeras décadas del siglo 19, en los prolongados episodios que decantaron en la independencia de nuestros pueblos, corría el año 1795 cuando una Quiteña, hija natural, había quedado huérfana de madre al nacer, la esposa de su padre, su madrastra, se ocuparía de construir un vínculo con la pequeña Manuela, siendo para siempre su “mamacita”, Manuela manifestó de muy pequeña talento innato y vocación por los estudios, su padre, madrastra y un tío materno sacerdote se ocuparon de ofrecer a la niña una amplia cultura con una basta educación en múltiples ámbitos como: filosofía, idiomas, matemática, física, astronomía, geografía historia, poesía, etc. Pero se formaría también en “los oficios hogareños” como: bordar, tejer y preparar exquisitos dulces. Describe Carlos Álvarez Saá, en su libro “Los diarios perdidos de Manuela Sáenz y otros papeles”:
“A los quince años de edad, Manuela sufre un gran impacto emocional al ver de cerca los acontecimientos del 2 de agosto de 1810, cuando los patriotas que un año antes habían dado el primer grito de libertad, fueron salvajemente asesinados por soldados del batallón Real de Lima, acantonado en Quito. Para escarmentar a la población, cortaron las cabezas de las víctimas y fueron expuestas en los sitios más concurridos de la ciudad. Pero, más bien, estos sucesos acicatearon el odio contra los realistas e inclinaron a muchos por la causa revolucionaria.” En sus propios dichos Manuela llevaba dentro un espíritu revolucionario y libertario que la trascendía, su papá le había regalado de niña dos esclavas de su edad para que jugaran: Jonathás y Nahtán, estas serían en realidad sus hermanas de afecto y de lucha arrastradas por el carácter indomable de Manuela.
Participar de la independencia para las mujeres de la época consistía en coser los uniformes, recolectar provisiones y atender los enfermos, pero eso no era suficiente para estas guerreras, varios intentos les tocaría hacer porque en sus propias palabras “La historia no se la cuenta ¡se la hace!”.
“Los señores Generales del Ejército Patriota no nos permitieron unirnos a ellos; mi Jonathás y Nahtán sienten como yo el mismo vivo interés de hacer la lucha, porque somos criollas y mulatas, a las que nos pertenece la libertad de este suelo.”
Finalmente, en marzo de 1822 estas mujeres logran ingresar a la primera fila de combate, sería el propio Antonio José de Sucre jefe del batallón que contaba con estas mujeres de armas, sería él quien la presentaría al Libertador. Antonio José de Sucre cultivaría una amistad con Manuela descubriendo la amplia cultura y capacidad de estratega de aquella mujer, pero también la había visto en combate, había sido testigo de cómo levantaba el ánimo del batallón que era al final el elemento decisivo de cualquier batalla, se lee en los diarios de Manuela:
“Yo no parecía una mujer. Era una loca por la Libertad, que era su doctrina. Iba armada hasta los dientes, entre choques de bayonetas, salpicaduras de sangre, gritos feroces de arremetidos, gritos con denuestos de los heridos y moribundos; silbidos de balas. Estruendo de cañones. Me maldecían, pero me cuidaban, sólo verme entre el fragor de una batalla les enervaba la sangre. Y triunfábamos.”
Así se ganó el respeto de los que peleaban a su lado, y el temor de sus enemigos, demostrando como se lee en numerosas citas de nuestra historia en boca de distintos personajes “tenía más pantalones que cualquier soldado”, esa valentía y los combates ganados le fue profiriendo ascensos en el mundo militar, nunca antes visto para una mujer, “«Mi Capitana —me dijo un indio, por usted se salvó la Patria».”, estos hechos desde aquella época han sido soslayados debido a la relación amorosa con Simón Bolívar y las acciones de Francisco de Paula Santander, primer presidente de la República de Nueva Granada (actual Colombia) entre 1832 y 1837, el misógino de la historia como veremos ahora.
En diciembre de 1824 Antonio José de Sucre eleva un oficio a Simón Bolívar solicitando el ascenso de la teniente Manuela Saez a Capitana, rango que le es conferido, desatando la ira escrita de Santander quien le escribe al libertador pidiéndole que se retracte de la decisión y “degrade a su amiga … para salvaguardar el honor del ejército”. Se transcribe la respuesta del Libertador que merece ser leída integra:
Cuartel General de Lima, a febrero 17 de 1825
Al Señor General Francisco de Paula Santander
Vicepresidente de la República de Colombia
Mi querido General:
Ciertamente que conozco de usted el apego a las leyes de disciplina militar, que usted mismo me ayudó a perfeccionar. Yo le diré a usted que éstas son rigurosamente ejecutadas y establecidas por todos los oficiales, esto y más, ¡la tropa no duda un momento en cumplirlas! De donde quiera que usted haya sacado que mi influencia él es motivo de que Manuela sea ahora coronel del Ejército Colombiano, no es más que una difamación vil y despreciable como ausente de toda realidad. Usted la conoce (a Manuela) muy bien, incluso sabe de su comportamiento cuando algo no le encaja. Usted conoce, tan bien como yo, de su valor como de su arrojo ante el peligro. ¿Qué quiere usted que yo haga? Sucre me lo pide por oficio, el batallón de Húsares la proclama; la oficialidad se reunió para proponerla, y yo, empalagado por el triunfo y su audacia le doy el ascenso, sólo con el propósito de hacer justicia.
Yo le pregunto a usted, ¿se cree usted más justo que yo? Venga entonces y salgamos juntos al campo de batalla, y démosles a los inconformes una bofetada con el guante del triunfo en la causa del Sur. Sepa usted que esta señora no se ha metido nunca en leyes ni en actos que «no sean su fervor por la completa Libertad de los pueblos de la opresión y la canalla». ¿Que la degrade? ¿Me cree usted tonto? Un Ejército se hace con héroes (en este caso de heroínas) y éstos son el símbolo del ímpetu con que los guerreros arrasan a su paso en las contiendas, llevando el estandarte de su valor.
Usted tiene razón de que yo sea tolerante de las mujeres a la retaguardia; pero yo le digo a usted S.E. que esto es una tranquilidad para la tropa, un precio justo al conquistador el que su botín marche con él. ¿O acaso usted olvidó su tiempo? Yo no soy sin embargo débil, ni temo a alguno que no diga la verdad.
S.E. el Libertador
El ascenso de Manuela continuaría, sería proclamada Generala y posteriormente libertadora del Libertador, pero pronto vendría el ocaso de los sueños, Santander movería una conspiración para destruir la patria grande, Francisco de Paula Santander asume como primer presidente de la Nueva Granada, el Libertador se ve forzado a retirarse y muere poco después en 1830, por su parte Manuela es expulsada del glorioso ejército libertador y es degradada de sus rangos, retirándole también las pagas correspondientes por sus servicios, dejándola en la pobreza.
El espíritu indomable de Manuela la mantendría fiel al libertador aún después de muerto, ella estaba casada con un hombre rico desde los 16 años, a pesar de que su relación por más de 6 años con el Libertador era pública, este hombre (aun legalmente el esposo) le ofrecería volver con él, pero ella prefirió vivir con sus hermanas mulatas Jonathás y Nahtánen una humilde vivienda en Paita-Perú y trabajar haciendo traducciones, tejidos de crochet y dulces para sobrevivir. Sus diarios dejan testimonio de su entrega y admiración al libertador:
“Difícil me sería significar el porque me jugué la vida unas diez veces. ¿Por la Patria libre? ¿Por Simón? ¿Por la gloria? ¿Por sí misma? Por todo y por darle al Libertador más valor del que yo misma tenía. Él vivía en otro siglo fuera del suyo. Sí, él no era del diez y nueve. Sí, él no hizo otra cosa que dar; vivía en otro mundo muy fuera del suyo. No hizo nada, nada para él.”
El pueblo de Paita la reconocía como la libertadora, le guardaban respeto y afecto, muchos le pedían ser la madrina de sus hijos, para lo cual solo ponía la condición de que les llamaran Simón o Simona, hasta el último día de su vida vigiló por el respeto de la memoria del Libertador, cuando su hermana Jonathás dejó este mundo, ella lo hizo también unas pocas horas después el 23 de noviembre de 1856.
A 300 años del ascenso de Manuela Sáenz Aizpuru como capitana del ejército libertador (1825), reconocemos su legado de valentía, entrega y lealtad, aunque ella no vivió para verlo, los militares patriotas veían en su ejemplo el futuro de sus hijas hembras, no pocos comenzaron a educar a sus hijas en las artes militares, esta historia continuará para conocer a las mujeres de la patria, las mujeres de la ciencia.
Gloria Carvalho Kassar