Investigaciones sobre los beneficios del romero destacan la conexión entre la ciencia y sabiduría ancestral en la medicina moderna

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Por: Gabriela Jiménez Ramírez

Las investigaciones sobre los beneficios del romero ilustran una notable conexión entre la ciencia contemporánea y la sabiduría ancestral en el ámbito de la medicina moderna.

El romero, cuyo nombre científico es Salvia rosmarinus, se distingue por su característico aroma y abundancia en moléculas bioactivas, convirtiéndose en un auténtico laboratorio natural. Desde hace siglos, diversas culturas han recurrido a esta planta por sus propiedades medicinales, posicionándose hoy como un puente simbólico entre los conocimientos ancestrales y los avances científicos.

Según la Academia Herbal Heavenbiotech, entre sus componentes más destacados se encuentran el ácido rosmarínico y los flavonoides, con potentes efectos antioxidantes que protegen las células del daño oxidativo y promueven la salud cognitiva.

Otros compuestos como el carnosol y el ácido carnósico contribuyen a la protección celular y al bienestar hepático, mientras que aceites esenciales, como el cineol y el alcanfor, potencian sus propiedades antimicrobianas y estimulantes. Además, los flavonoides y triterpenos presentes en el romero refuerzan su acción antiinflamatoria y cicatrizante.

En la medicina tradicional, esta planta ha sido valorada por su capacidad para aliviar dolencias como cefaleas, problemas digestivos y dismenorrea, así como por su uso potencial en el tratamiento de afecciones del sistema nervioso.

Otros estudios, como los publicados en la revista Médicas Básicas de Irán, han profundizado en sus propiedades neurofarmacológicas, destacando su acción como antiinflamatorio, antioxidante, antinociceptivo y neuroprotector.

Originario del sur de Europa y Asia, especialmente de la región mediterránea, el romero se cultiva hoy en día en todo el mundo, refiere el estudio.

Estos estudios demuestran la importancia de la medicina ancestral, y que no está en conflicto con la ciencia moderna, sino que, más bien, se complementa con ella. Al investigar los compuestos activos de las plantas utilizadas por generaciones, la ciencia abre la puerta a nuevas terapias basadas en la naturaleza, que no solo son eficaces, sino también accesibles y sostenibles.

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