Un estudio publicado en PLOS One revela que los espacios interiores donde pasamos la mayor parte del día están saturados de microplásticos. La concentración media alcanza 528 partículas/m³ en viviendas y se dispara hasta 2.238 partículas/m³ en el interior de los coches. Lo más preocupante: el 94% de estas partículas miden menos de 10 micras, tamaño suficiente para alcanzar los alvéolos pulmonares y evadir los mecanismos de defensa de nuestro sistema respiratorio.
¿De dónde proceden estas partículas?
En los hogares predomina el polietileno, mientras que en los vehículos lideran las poliamidas y plásticos derivados del desgaste de los tapizados. Los fragmentos (97%) superan ampliamente a las fibras, lo que sugiere que la fragmentación acelerada del plástico genera más efluentes diminutos. El aporte de los coches supera al de oficinas o salas de estar, indicando que el desgaste de neumáticos, frenos y componentes sintéticos impulsa gran parte de esta contaminación invisible.
Exposición diaria y riesgos
Según los cálculos del estudio, un adulto inhala 68.000 microplásticos de 1-10 μm al día, más otros 3.200 de mayor tamaño que, aunque no penetran tan profundamente, son tragados y se suman a la exposición dietaria. Las nanopartículas (<1 μm) podrían acercarse a millones por m³, aunque se necesitan mediciones más precisas. La exposición crónica a estas partículas se relaciona con riesgo cancerígeno, estrés oxidativo e inflamación.
Soluciones prácticas
Aunque eliminar completamente los plásticos del entorno es imposible, podemos reducir la exposición: reemplazar textiles sintéticos por fibras naturales, usar sistemas de filtración HEPA en interiores y vehículos, ventilar regularmente los espacios y optar por mascarillas FFP2 en entornos altamente contaminados.
Un problema global que requiere acción
Las lluvias ya arrastran microplásticos incluso en zonas consideradas vírgenes. Urge profundizar en la investigación sobre sus efectos biológicos y desarrollar políticas que incentiven alternativas más seguras al plástico, pues hemos convertido nuestro entorno inmediato en una fuente constante de exposición microscópica.