El paso a la inmortalidad de nuestro Padre Libertador
Bolívar es un sentimiento y un horizonte civilizatorio que se expande hacia el porvenir, una brújula moral que orienta la resistencia y un sueño colectivo que se teje en cada acto de soberanía.
Hoy más que nunca, Bolívar nos habla, desde el futuro, a través de sus dos conceptos esenciales: la unidad y la existencia política. Dos conceptos/principios ineludibles, especialmente en tiempos de escalada de la agresión imperial y de todas las complejidades/amenazas que desarrolla la colonialidad en pleno colapso civilizatorio de Occidente.
La palabra de Bolívar nos anuncia una realidad que apenas estamos construyendo: la común-unidad, un tejido político vivo donde la interdependencia es fuerza y la diversidad, un pilar.
El legado de nuestro Libertador hoy resuena en la memoria de todos los pueblos que, como comunidad, abrazamos la vida; vibra en los cantos de la tierra defendida y en el pulso de las asambleas que deciden su destino. Es un eco que convoca a la creación constante de lo público, a la defensa de lo común frente a la voracidad del capital.
Bolívar es la batalla de la independencia que no termina. La disputa entre el imperialismo y la voluntad de los pueblos por su querer-vivir-propio y del deseo de transformaciones tanto en lo relacional como en lo estructural, para generar cambios de raíz en la convivencia humana, en el camino hacia el reconocimiento del respeto a la relación simbiótica humanidad-Tierra como elemento ineludible de un giro civilizatorio.
Es la lucha por la segunda y definitiva independencia, la que libera no solo territorios sino también conciencias, imaginarios y economías.
Dos siglos después, Bolívar mantiene su llamado, que hoy leemos también como un urgente mandato ecológico y de justicia social: «¿Quinientos años de calma, ¿no bastan? (…) Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad suramericana: ¡vacilar es perdernos!».
Que su eco, ahora, sea la acción decidida que siembre, en el presente, el mundo nuevo que su espíritu vislumbró. Bolívar siempre nuestra verdad y nuestro destino