¿El fin de los virus? Una nueva terapia de ARNm podría cambiarlo todo

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Existe una mutación genética tan extraordinaria que convierte a quien la posee en una fortaleza humana contra los virus. Esa persona es prácticamente invulnerable a patógenos como la gripe, el sarampión o incluso el SARS-CoV-2. Su secreto: la falta de una proteína llamada ISG15, que mantiene activo, de forma permanente, un leve estado de alerta inflamatoria en el organismo. Este escudo innato no solo bloquea la replicación viral, sino que lo hace de manera asintomática.

Inspirándose en este “superpoder” biológico, el inmunólogo Dusan Bogunovic, de la Universidad de Columbia, ha desarrollado una terapia experimental que replica este efecto de forma temporal y controlada. Se trata de una plataforma de ARN mensajero similar a la tecnología usada en las vacunas contra la COVID-19, pero con una diferencia clave: en lugar de codificar una proteína viral, contiene instrucciones para producir diez proteínas humanas clave en la defensa antiviral.

En pruebas con roedores, administrada por vía nasal, la terapia bloqueó por completo la replicación de virus como la influenza y el SARS-CoV-2, y redujo drásticamente la gravedad de la enfermedad. En cultivos celulares, ningún virus logró superar esta barrera molecular.

No es una vacuna, es un “escudo antiviral temporal”

A diferencia de una vacuna, que prepara al sistema inmunitario para un patógeno específico, esta estrategia actúa como un escudo de amplio espectro con una duración limitada: entre 3 y 4 días. Esto la convierte en una herramienta ideal para proteger a poblaciones vulnerables —como personal sanitario, ancianos en residencias o familiares de infectados— durante los primeros días de un brote, incluso antes de identificar el agente causante.

El principal desafío ahora es perfeccionar la administración del ARNm para garantizar que llegue eficazmente a las células diana y modular la dosis para evitar una respuesta inflamatoria excesiva.

Un futuro con matices: la naturaleza siempre encuentra un camino

Sin embargo, el potencial viene acompañado de advertencias. Alterar nuestro ecosistema interno, suprimiendo virus de forma indiscriminada, podría tener efectos imprevistos: muchos virus y bacteriófagos son parte integral de nuestro microbioma y cumplen funciones aún desconocidas. La historia de la medicina —desde los antibióticos hasta los antifúngicos— nos recuerda que las soluciones universales suelen generar resistencias y consecuencias no deseadas. Además, la presión evolutiva podría empujar a los virus a desarrollar mecanismos para esquivar este escudo.

Si supera los ensayos clínicos en humanos, esta terapia podría marcar un punto de inflexión en la historia de la medicina, comparable a la llegada de los antibióticos. Un mundo sin resfriados comunes ni gripes estacionales ya no pertenece solo a la ciencia ficción.

Pero, como siempre, la naturaleza tendrá la última palabra.

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