El aumento de los trastornos mentales como la ansiedad o la depresión se ha elevado en los últimos años. Incluso muchos jóvenes reciben tratamientos para paliar estos síntomas.

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La pandemia por COVID-19, el miedo, la incertidumbre y la información por los medios de comunicación desencadenaron el incremento de estos trastornos.

Por años la salud mental ha sido abordada desde perspectivas psicológicas, sociales y neurológicas. Sin embargo, investigaciones recientes han revelado un nuevo elemento: la microbiota intestinal.

La microbiota intestinal es un ecosistema microscópico, compuesto por millones de bacterias que habitan nuestro sistema digestivo, podría tener un papel decisivo en el desarrollo —o deterioro— de nuestra salud emocional.

Segundo cerebro

La teoría de que el intestino influye en el estado de ánimo no es nueva, pero hoy ya cuenta con respaldo científico. El llamado «eje intestino-cerebro», que confirma la comunicación bidireccional entre el sistema digestivo y el sistema nervioso central.

En este diálogo, la microbiota actúa como mediadora clave, regulando neurotransmisores como la serotonina y modulando respuestas inflamatorias que afectan directamente al cerebro.
Cuando se interrumpe el equilibrio surge una alteración en la composición bacteriana que se ha vinculado con trastornos como la ansiedad, la depresión e incluso enfermedades neurodegenerativas.

Con el surgimiento de dietas basadas en vegetales, la reputación de los productos ultraprocesados ha caído en picada. Un argumento que ha calado para esta caída son las evidencias que sugieren una conexión entre su ingesta excesiva y la aparición de problemas mentales.

Esta es, por ejemplo, la conclusión de una revisión reciente de investigaciones, que vinculó el consumo elevado de esos alimentos y el riesgo de padecer síntomas relacionados con trastornos depresivos o de ansiedad, aunque aún no se sabe por qué ocurre.

Un trabajo realizado en Corea del Sur revela una probabilidad 1,4 veces mayor de padecer depresión si mediaba una dieta generosa en ultraprocesados, con mayores efectos entre las mujeres. Otra investigación, realizada en Estados Unidos arrojaba datos similares: la población que realizaba menos ejercicio y comía habitualmente este tipo de productos también era más propensa a desarrollar ese trastorno.

Microbiota en acción

La dieta, la actividad física, la edad y el género son factores a tener en cuenta, pero muchos trabajos han puesto de manifiesto el papel protagonista de la microbiota intestinal en esta conexión.

Para revertir la disbiosis, una de las opciones es recurrir a los probióticos, aunque cambiar los hábitos alimenticios parece arrojar mejores resultados. 

Aunque la ansiedad y la depresión tengan múltiples causas, está claro que el consumo frecuente de alimentos ultraprocesados podría incrementar el riesgo de padecerlos o empeorar sus síntomas.

La relación o el eje cerebro-intestino nos invita a repensar los enfoques tradicionales de alimentación. No es reemplazar tratamientos o terapias, sino comprender el papel de la alimentación para cuidar la mente.

#CienciaParaLaVida

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