Cómo se ve una decisión en el cerebro, neurona a neurona

image_print

Un consorcio de 22 laboratorios logró algo inédito: registrar la actividad de todo el cerebro de un mamífero mientras tomaba decisiones. Lo hicieron con 139 ratones, cada uno enfrentado a una tarea muy simple: mirar una pantalla y mover una ruedecita a la izquierda o a la derecha según aparecía un estímulo visual. Si acertaban, recibían como premio una gota de agua.

Mientras los animales realizaban la prueba, los investigadores midieron la actividad con 699 sondas Neuropixels, un tipo de electrodo capaz de registrar cientos de neuronas a la vez en distintas regiones. En total, aislaron más de 75.000 neuronas distribuidas en 279 áreas del cerebro.

Qué encontraron

El estímulo es breve: la señal visual viaja primero por el circuito clásico (tálamo, colículo superior, corteza visual) y se apaga rápido.

La decisión se prepara en rampa: justo antes del movimiento, aparecen señales acumulativas en regiones como el tronco del encéfalo, el tálamo y el cerebelo. No hay un “centro” de decisiones: ver es local y rápido, decidir es distribuido y gradual.

La recompensa sacude medio cerebro: cuando el ratón acierta y recibe agua, aparece una señal muy intensa que llega a gran parte del cerebro. Como el premio se da bebiendo, se ve también el rastro de los movimientos de la lengua (el “lamido”), que generan una oscilación rítmica cercana a 10 Hz.

El movimiento manda: la velocidad con que giran la rueda se puede leer en la mayoría de regiones, lo que indica que actuar cambia el estado general del cerebro.

Priors en acción: incluso sin estímulo visible (pantalla en blanco, 0 % de contraste), los ratones aciertan cerca del 59 %. Esto muestra que no solo usan lo que ven, también tiran de expectativas aprendidas según la experiencia previa.

Este mapa obliga a dejar atrás la idea de un “botón de decisión” en el cerebro. La evidencia muestra que decidir es un proceso distribuido que mezcla percepción, acumulación de evidencia, acción y aprendizaje previo.

En términos filosóficos, los datos matizan el debate del libre albedrío: el cerebro y el entorno permiten anticipar tendencias de comportamiento antes de que seamos conscientes, pero el sistema es ruidoso y no perfectamente predecible. En lo social, deja un mensaje claro: si las decisiones incorporan expectativas aprendidas, entonces educación, contexto y desigualdad influyen directamente en cómo decidimos.

El consorcio planea ahora separar qué parte de la señal refleja realmente recompensa y cuál es puro movimiento de consumo, además de descender al nivel de tipos celulares específicos. También se abre la puerta a aplicar este protocolo en condiciones de neurodiversidad, como el TDAH, para ver cómo cambia la dinámica de la toma de decisiones

Loading

Facebook
Telegram
Email