Desde pequeños, se enseña la forma adecuada de sujetar un lápiz, bolígrafo o un creyón, esto además de ser un excelente ejercicio que demuestra un buen control de la motricidad fina, es el primer paso para la escritura a mano, sin embargo, en la actualidad, este recurso se ha desvanecido paulatinamente.
Gabriela Jiménez Ramírez, ministra para Ciencia y Tecnología, por medio de su canal de Telegram, resaltó en un escrito la importancia de esta práctica y los beneficios que trae consigo; las bases científicas y más.
La escritura a mano es un hábito o práctica en desuso que los aficionados al llamado fenómeno ‘lettering’ y a la caligrafía tratan de recuperar. Pero más allá de la parte estética, escribir manualmente conlleva beneficios directos que teclear no.
Entre otras cosas, influye claramente en el desarrollo del lenguaje y en la memoria, que a su vez afectan a la estructura cerebral. Los estudios de neuroimagen evidencian que el cerebro se activa más cuando se escribe que cuando se teclea: se crea una representación interna de las letras que involucra la integración de las áreas visuales y motoras del cerebro. Además, se activan áreas relacionadas con la ortografía, sonido y significado de las palabras.
El trabajo, publicado en la revista Frontiers, muestra que este tipo de escritura mejora la conectividad cerebral, un aspecto esencial para la memoria y el aprendizaje.
La escritura manual también mejora el razonamiento lógico y la comprensión para resolver un problema de matemática, un ejercicio de física o un razonamiento químico, se necesita esa escritura grafomotriz. Esto implica una conexión más profunda con las ideas y facilita su organización.
Frontiers in Psychology coautora Audrey van der Mee detallan que para lograr el hallazgo, los científicos recopilaron los datos de encefalogramas realizados a 36 estudiantes universitarios de 18 y 29 años, a quienes se les realizó un registro de la señal eléctrica, mediante electroencefalografía, durante el proceso de escritura manual o digital de una palabra que aparecía en pantalla.
Los resultaron finales arrojaron que “al escribir a mano, los voluntarios utilizaron un bolígrafo digital sobre una pantalla táctil, mientras que al teclear usaban un solo dedo sobre un dispositivo con teclas. La señal registrada era EEG de alta densidad, que mide la actividad eléctrica en el cerebro utilizando 256 pequeños sensores cocidos en una red y colocados sobre la cabeza, durante cinco segundos para cada lectura”, menciona la publicación.
Con todo, en un entorno donde la tecnología predomina, equilibrar las herramientas digitales con métodos tradicionales podría ser clave para el desarrollo integral de los niños y jóvenes estudiantes.