¡Desconéctate para Conectar! Educación Activa para la Generación Alfa

image_print

La inmersión de los estudiantes en sus dispositivos móviles durante el horario de clase es un fenómeno recurrente que genera una pregunta clave: ¿Cuál es el contenido que logra captar su atención de manera tan profunda? Esta distracción quedó ejemplificada por la respuesta de un alumno que, al ser solicitado a guardar su aparato, invitó al docente a participar en una partida de «Free Fire». Free Fire es un popular videojuego de acción y aventura, clasificado como battle royale, jugado en tercera persona. La dinámica del juego consiste en que hasta 50 jugadores son desplegados en diversos escenarios, donde deben buscar armamento y equipamiento para eliminar a los demás competidores.

Este comportamiento en el aula está en sintonía con las conclusiones de diversas investigaciones que señalan la fascinación y la interacción precoz de la generación actual de estudiantes con las herramientas tecnológicas. Su entorno cotidiano incluye, de forma intrínseca, el uso de redes sociales, el Internet, los videojuegos y las ecnologías de inteligencia artificial, lo que plantea desafíos constantes para la concentración en el ambiente educativo.

Actualmente, el progreso generacional se distingue por una transformación profunda en la manera en que se aprende, se comunica y se interactúa con el entorno. Desde los Baby Boomers (nacidos después de la Segunda Guerra Mundial) hasta la Generación Alfa (completamente digital), cada cohorte ha manifestado características distintivas que han ejercido una influencia significativa en la sociedad y en el ámbito educativo (Howe y Strauss, 2000). Específicamente, los Baby Boomers (1946-1964) se desarrollaron bajo un esquema educativo rígido, enfocado predominantemente en la memorización, donde el proceso de enseñanza giraba en torno a la autoridad del profesor y se utilizaban métodos de evaluación convencionales (Mannheim, 1952).

Con el transcurso del tiempo, la Generación X (1965-1980) experimentó la transición de una cultura eminentemente industrial hacia el inicio de la era digital (Tapscott, 2009). Esta época vio el surgimiento de pedagogías más adaptables y dinámicas que priorizaron la estimulación de la creatividad y la resolución de problemas mediante el aprendizaje por descubrimiento. Posteriormente, los Millennials (1981-1996) se convirtieron en los pioneros en interactuar con la masificación del Internet, el desarrollo de la telefonía móvil y la aparición de las redes sociales (Prensky, 2001). Esto impulsó la integración de enfoques educativos más participativos, como el aprendizaje basado en proyectos y la utilización de plataformas virtuales para la enseñanza.

La Generación Z (1997-2012) nació en un entorno completamente digital, su educación fue marcada por la integración de la tecnología en el aula, con metodologías activas como la gamificación y el aprendizaje adaptativo (Seemiller y Grace, 2016), además, poseen una alta conciencia social y una fuerte inclinación hacia la diversidad e inclusión. Finalmente, la Generación Alfa (2013-presente), siendo la primera en crecer completamente inmersa en un entorno tecnológico avanzado, con inteligencia artificial, realidad aumentada y dispositivos inteligentes desde la infancia de acuerdo a McCrindle y Fell (2021), ha otorgado que su proceso de aprendizaje requiera de enfoques personalizados que incorporen el aprendizaje basado en juegos, experiencias inmersivas y herramientas adaptativas que fomenten su creatividad y pensamiento crítico de manera significativa.

Según el estudio de Castro et al. (2020), titulado “¿Cómo aprenden las generaciones Z y Alpha desde la perspectiva docente?”, se identifican varios rasgos en estos estudiantes, incluyendo una fuerte atracción por las redes sociales, una baja tolerancia a la frustración, la exigencia de inmediatez, una capacidad de atención reducida y una deficiencia en la reflexión crítica. Este último aspecto se relaciona con la descripción de Money et al. (2008), que las cataloga como la generación del «copiar y pegar». Ante este panorama, el profesorado considera esencial fomentar en los alumnos competencias como la autorregulación emocional, la gestión de conflictos y la autonomía personal para asegurar un proceso educativo exitoso.

La tecnología, si bien debe integrarse en la planificación educativa, funciona como un recurso que potencia la enseñanza sin sustituir la función docente (Simental y Ríos, 2023). Los educadores que han adoptado herramientas tecnológicas han reportado mejoras en su práctica. Dentro de este marco, el juego se ha consolidado como una estrategia didáctica de alta efectividad, ya que su incorporación en el aula no solo conecta con los intereses y el estilo de aprendizaje de los alumnos, sino que también estimula el desarrollo de competencias cognitivas, emocionales y sociales esenciales para el siglo XXI.

Desde la perspectiva de la neuroeducación, la actividad lúdica activa diversas zonas cerebrales, facilitando el aprendizaje significativo mediante la experimentación y la solución de problemas. Investigaciones señalan que estas actividades promueven la liberación de dopamina, un neurotransmisor clave para la motivación y la fijación de la memoria, mejorando así la retención de conocimientos (Panksepp, 2007). Adicionalmente, el enfoque de aprendizaje basado en el juego ofrece la flexibilidad necesaria para personalizar los contenidos, adaptándose a distintos ritmos y estilos de aprendizaje para generar experiencias más eficaces e inclusivas.

Un beneficio fundamental de integrar el juego en la enseñanza de la Generación Alfa es el aumento de su motivación y participación. Debido a que esta generación espera feedback inmediato en sus interacciones digitales, las metodologías de gamificación (que utilizan elementos como sistemas de puntos, niveles y premios) son cruciales para sostener su interés y promover una postura activa frente al conocimiento (Deterding et al., 2011). Las dinámicas de juego también potencian el pensamiento crítico y la creatividad, pues a menudo requieren la toma de decisiones, la generación de hipótesis y la solución de desafíos dentro de un marco interactivo.

En conclusión, transformar la educación en una experiencia lúdica, tan atractiva como el juego «Free Fire» o tan cautivadora como las redes sociales y la inteligencia artificial, puede equilibrar la interacción tecnológica en el ámbito escolar. Es imperativo que los educadores comprendan estos intereses juveniles y desarrollen estrategias pedagógicas innovadoras. Estas deben integrar eficazmente no solo los recursos digitales, sino también los materiales tangibles disponibles en la institución, promoviendo así una formación más conectada, cooperativa, dinámica, efectiva y relevante para los estudiantes.

Referencias


Castro Zubizarreta, A., Patera, S., & Fernández, D. (2020). ¿Cómo aprenden las generaciones Z y Alpha desde la perspectiva docente? Implicaciones para desarrollar la competencia aprender a aprender.

Deterding, S., Dixon, D., Khaled, R., & Nacke, L. (2011). From game design elements to gamefulness: Defining «gamification». Proceedings of the 15th International Academic MindTrek Conference, 9–15.

Howe, N., & Strauss, W. (2000). Millennials rising: The next great generation. Vintage Books.

Mannheim, K. (1952). Essays on the sociology of knowledge. Routledge & Kegan Paul.

McCrindle, M., & Fell, A. (2021). Generation Alpha: Understanding our children and helping them thrive. Hachette Australia.

Morey, M., Comas, R., & Sureda, J. (2009). Las causas del plagio académico entre el alumnado universitario según el profesorado.

Loading

Facebook
Telegram
Email